29 de diciembre de 2010

Sí, yo sobreviví al 2010



(**La fotografía fue tomada en los estudios de ChilenaFM la mañana del domingo 28 de febrero cuando cumplimos las primeras 24 horas al aire)

Acá decir lo que uno piensa es mal visto. Acá lo que se estila es sobar el lomo, reírse a carcajadas con la misma persona que tan pronto da vuelta la espalda sufre los puñales cobardes del pelambre. Acá las boletas de honorarios sirven para justificar cualquier cosa. Acá el entrevistado es ídolo del entrevistador, acá somos todos amigos, acá el político se mete la mano al bolsillo si se siente presionado y los alcaldes juegan a la fama.


Por Juan Olivares

Una parte mía no quiere escribir lo que voy a escribir. Porque escribir es construir o reconstruir historias con palabras y hay cosas de este 2010 que honestamente no quisiera reescribir.
Un 2010 que, recuerdo, proyectábamos marcado por las celebraciones del Bicentenario y por el inicio de una nueva era en la historia de Chile. Y ahora en esa pausa que hacemos todos para aventurar un balance golpea con fuerza la estadística trágica del año que termina.
Está el terremoto. Tragedia que me tocó reportear y de alguna manera también protagonizar.
Con Andrea Vallejos fuimos el único equipo de prensa que registró los primeros minutos tras el cataclismo, el desconcierto en la madrugada, la emergencia fuera de control en el hospital, el tsunami en la Playa de Llolleo, el caos en Cartagena, el amanecer letal y triste del 27 de febrero.
Con Oscar Reyes, Luis Valderas, Patricio Urtubia, Daniel Corales, Iván Urrutia y Roberto Nercasseau la misma mañana del sábado comenzamos por la radio una transmisión que duró 123 horas hasta el jueves de la semana siguiente, cuando los servicios básicos ya estaban restablecidos en San Antonio.
En esos días, lo dije y lo mantengo, afloró lo mejor de los sanantoninos. El pueblo estaba en el suelo, había poblaciones enteras destruidas, los cuerpos de las víctimas asomaban entre los restos del maremoto y lo único que teníamos era nuestra voluntad de seguir adelante.
Y lo hicimos.
El invierno llegó implacable. Se ensañó con las “aldeas” nacidas tras la devastación, arrebató otras cuantas vidas, una de ellas en Santo Domingo y para mi el furioso invierno tiene la cara del temporal que avivó las llamas del voraz incendio que arrasó siete inmuebles en el barrio histórico de Cartagena.
Lloré en mi despacho cuando la gente huía con lo puesto y el fuego terminaba de consumir la cúpula de la Villa Gherardi, popularmente conocida como Castillo de Gendarmería, una de las casas históricas del balneario.
A fines de julio aparecí por última vez en Canal 2 de San Antonio, por coincidencia o capricho del destino, para presentar una noticia que seguí desde su inicio: El crimen de Juanito Miranda. Es que en julio de 2010 la Corte Suprema de Justicia cerró definitivamente el caso con las consecuencias ya sabidas. Un reportaje con la historia fue lo último que hice en este medio.
Y luego los mineros que ya no resisten una mención más en parte alguna, menos en mi resumen.
Antes de parpadear los dramas del paisaje que construyeron estos doce meses la tragedia golpeó de nuevo. Un bus a toda velocidad en una carretera mal hecha estrelló veinte vidas contra un camión que nos devolvió el nudo en la garganta.
Tengo en la retina las calles llenas de funerales, las banderas a media asta, las cintas negras y el sábado gris frente a la Municipalidad de San Antonio rodeada de fotografías.
Y se va el 2010.
El Puerto cumple semanas en paro. Un paro que si me apuran diré que no comparto, pues me parece descabellado indemnizar a hombres en plena edad productiva. Pues si el trabajo se termina porque te echan o se acaba tu contrato lo que debes hacer es buscar pega. El resto son puros matices.
Pero claro, acá decir lo que uno piensa es mal visto. Acá lo que se estila es sobar el lomo, reírse a carcajadas con la misma persona que tan pronto da vuelta la espalda sufre los puñales cobardes del pelambre. Acá las boletas de honorarios sirven para justificar cualquier cosa. Acá el entrevistado es ídolo del entrevistador, acá somos todos amigos, acá el político se mete la mano al bolsillo si se siente presionado y los alcaldes juegan a la fama.
Acá se acostumbra ver el vaso medio vacío, hacer la pega a medias, irse temprano, llegar tarde. Es de pobres trabajar mucho.
Acá todo da lo mismo.
Acá falta cariño.
Cariño por la tierra que nos ha visto crecer. Cariño por nuestras playas, por la historia de la bella Cartagena. Cariño por nuestra gente, por nuestro puerto, por nuestros profesores. Cariño por nuestros amigos y por lo que hacemos. Cariño por nosotros mismos al final de cuentas.
Tal vez por eso de mi parte pasará un buen rato antes de poder comenzar a olvidar los detalles del 27 de febrero, la lluvia azotando el incendio descontrolado de Cartagena, los vericuetos horribles del asesinato de un niño, las lágrimas del muchacho flaco que cruzó a pasos largos Barros Luco cuando una campana recordaba en sus repiques a cada víctima del choque fatal.
Tal vez no pueda explicar del todo mi decisión de no escribir más sobre San Antonio.
Tal vez por todo esto que describo pasará un buen rato antes de juntar las ganas que se necesitan para volver a decirles con cariño:
Soy el periodista Juan Olivares y estás son las noticias.

23 de noviembre de 2010

Lista de fallecidos y heridos

Actualización lista de fallecidos, y lugares de traslado de heridos.

FALLECIDOS

José Luis Abarca Saavedra, conductor del bus
Isaías Gática Hueitra, auxiliar del bus
Juan Hernán Ortega Vilches, conductor del camión

PASAJEROS FALLECIDOS

Juan Ernesto Kuln Ceballos
James Eldrin Ortiz Cordero
George Alain Saure Oyaneder
Ignacio Felipe Jeria Ceballos
Dagoberto Iván Millar González
Julio Enrique Luna Vásquez
Manuel Héctor Seguel Chavarría
Carolina Parra Vera
Carolina Vera Castro
María Cecilia Mejias González
Ignacio Rojas Astorga
Enrique Macnelly Díaz
Alfonso Vera Flores

LESIONADOS

Bianca Estrella López González 23 años
GRAVE - Politraumatizado TEC HOSPITAL SAN JOSE

Luis Andrés Vidal Durán 27 años GRAVE - Politraumatizado TEC MUTUAL ALAMEDA

Francisca Ruminao Murillo 36 años GRAVE - Fractura de pelvis SAN JUAN DE DIOS

Rafael Gatica Toledo 56 años GRAVE - Tec SAN JUAN DE DIOS

Juan Ugarte Farias 45 años GRAVE - Tec complicado y trauma tórax HOSPITAL BARROS LUCO

Cristian Uribe Castro 34 años MODERADO - Heridas contusas MUTUAL ALAMEDA

Jorge Valdenegro González 43 años MODERADO - Heridas contusas MUTUAL ALAMEDA

Nelson Valenzuela Peña 31 años GRAVE - Trauma de tórax POSTA 3

Karla Alarcón Quinteros 30 años GRAVE - Trauma Raquimedular HOSPITAL SAN JOSE

Mariela Daniela Pino Leiva 30 años GRAVE - Fractura de pelvis y trauma abd. SAN JUAN DE DIOS

María Fernanda Contreras Belmar POSTA CENTRAL
Sandra Olivares Abarca POSTA CENTRAL

Paula Aguilar (adulta) GRAVE - Politraumatizado TEC POSTA 3

José Venegas Gómez ACHS SANTIAGO

Paula Catalán Veloso MODERADO A GRAVE SAN JUAN DE DIOS

Victor Wagner GRAVE SAN JUAN DE DIOS

Fernando Alvarez de Uribare Moya POSTA CENTRAL

Mauricio Hernán Farias Vargas POSTA CENTRAL

12 de octubre de 2010

Ya nada será lo mismo


¿Cómo olvidar al ministro llorando porque uno de los sondajes pasó de largo?
¿Cómo olvidar a los pirquineros que a punta de picos y palas ofrecieron rescatar a los 33 con sus propias manos?
¿Cómo olvidar el domingo 22 de agosto cuando la prueba de vida hizo aparecer banderas por cada rincón de Chile?
¿Cómo olvidar la cueca en el fondo de la mina?

¿Papá, crees que los mineros están vivos?
Me preguntó Nicolás la tarde del 21 de agosto justo cuando en la radio terminaba de sonar un nuevo informe desde la mina San José.
-Quisiera que si, pero la verdad no lo creo.
Contesté en seco.
Y ahora cuando la tierra, en un multimediático parto, se apresta a dar a luz trato de recorrer en perspectiva los últimos 68 días.
Lo primero es una sensación de alegría por esa rotunda equivocación que a la vez representa la esperanza de 33 familias, de un país, del mundo.
Porque cuando el último foco se apague en Copiapó y lo mineros otra vez tengan que recorrer las entrañas de la tierra en las mismas condiciones de seguridad que había antes de todo esto, a pesar de esto, ya nada será lo mismo.
Porque para bien o para mal en cada uno de nosotros se alojó una historia, una anécdota, un recuerdo a la pasada, una relación con los 33 que de tanto en tanto y seguramente cada vez con menos frecuencia nos transportará a este indudablemente histórico 2010.
Se ha hecho la analogía del parto y a principios de septiembre cuando escribía sobre este mismo tema solicitaba que al nacer fueran los propios mineros los encargados de darnos algunas pautas mínimas de supervivencia.
Nada extraordinario.
Que nos enseñaran algo de su disciplina, un poco de su respeto por los mayores, matices de su afición a la jerarquía, lecciones para amar la vida.
Y mantengo.
A la hora que escribo no ha salido todavía ni un minero. Este parto largo nos tiene a todos pegados a la tele. Con ganas de verlos. Con ansias por su libertad. Con deseo de éxito.
Y ojalá este rescate sea la oportunidad que hemos estado buscando cada uno de nosotros y todos juntos.
Ojalá que nos demoremos harto en olvidar lo que ha sido este sueño bicentenario de la patria ajada de tanto sufrir por terremotos, volcanes, aluviones, pestes y dictaduras.
Propongo ahora que este nacimiento sea el momento de comenzar a ejercitar la memoria.
¿Cómo olvidar, por ejemplo, al ministro llorando porque uno de los sondajes pasó de largo?
¿Cómo olvidar a los pirquineros que a punta de picos y palas ofrecieron rescatar a los 33 con sus propias manos?
¿Cómo olvidar el domingo 22 de agosto cuando la prueba de vida hizo aparecer banderas por cada rincón de Chile?
¿Cómo olvidar la cueca en el fondo de la mina?
Ese día abracé a la mujer que amo, consciente del valor del mensaje. Brindamos con los amigos y nos conmovimos como todos.
“Estamos bien, en el refugio, los 33”
Se leía claro a la hora que Diego, mi otro hijo me llamaba por teléfono para decirme que nunca olvidaría este día.
El 22 de agosto Diego está de cumpleaños.
Entonces supe que en el año del Terremoto, del “Zafrada”, de los 33 mineros, de sus modestas familias y de la rebelión de las redes sociales todo se conjugó y para bien o para mal, ya nada será lo mismo.

7 de octubre de 2010

¡Temblor…Terremoto…Mentira! Paremos la Chacota


La Sección de Meteorología de la Dirección del Territorio Marítimo
ha pronosticado fenómenos atmosféricos y sísmicos para el día 16 del presente mes, basada en las siguientes observaciones:
El día fijado habrá conjunción de Neptuno con la Luna y máximo de declinación norte de ésta. A causa de estas situaciones de los astros, la circunsferencia del círculo peligroso pasa por Valparaíso y el punto crítico formado con la del Sol cae sobre las inmediaciones del puerto.
Cap. Arturo Middleton.
Valparaíso, agosto 6 de 1906.
(Carta enviada a El Mercurio de Valparaíso 10 días antes del Terremoto de 1906)


**La fotografía es del 05 de octubre, día del simulacro y evacuación de San Antonio

Tenía 9 años cuando un terremoto dejó en el suelo al Puerto de San Antonio. Los recuerdos de infancia, desde entonces, siempre estuvieron cruzados por lo que pasó ese inolvidable 03 de Marzo de 1985. La fogata donde mi abuela, mi padre explicando el “movimiento telúrico”, mis hermanos, mis primos. Y en los días, semanas, meses y años sucesivos fue crecer con la huella imborrable de un terremoto.
Tenía 34 años cuando un terremoto dejó en el suelo a gran parte de Chile.
Y debido a que la magnitud de la tragedia en otras ciudades ha impedido que este pueblo salga en las noticias que ven todos los chilenos me obligo a recordar que el 27 de febrero en San Antonio, once personas murieron, desapareció una población completa, 200 casas del camping de Llolleo y un centenar de embarcaciones fueron arrasadas por un maremoto; sin contar que miles de casas y decenas de edificios colapsaron para siempre. No es un error, ni una exageración, miles de casas colapsaron para siempre.
Relaciono una cosa con la otra porque ambos sucesos están separados por apenas 25 años.
Veamos.
Si en los años ’50 la esperanza de vida al nacer era 55 años, hoy es de 77 años (74 años los hombres, 80 las mujeres, como afirma un informe del INE de 2004). Hacia 2025 y 2050 se proyecta que la población adulta mayor aumente a 16% y 23,5% respectivamente.
Dicho esto me detengo sin más preámbulo: Cada uno de nosotros vivirá –al menos- tres veces en su vida un terremoto de magnitud suficiente como para causar un maremoto, cobrar unos cuantos cientos de vidas y arrasar unas cuantas ciudades.
Esto tiene una explicación.
Chile está ubicado en la denominada zona de subducción donde se producen algunos de los mayores terremotos del planeta. Por ejemplo, el gran terremoto de 1960 en Valdivia tiene el liderazgo como el mayor terremoto ocurrido en tiempos modernos en el mundo. Y el del 27 de febrero quedó en quinto lugar, con “apenas” 50 años de diferencia. Antes están los terremotos de Chillán en 1939 y el de Valparaíso en 1906. O sea 1906,1939 1960,1985,2010, e intermedios ¿Me siguen?
No hay duda, cada uno de nosotros vivirá –al menos- tres veces en su vida un terremoto de gran magnitud.
Y aquí voy al punto que me tiene sentado escribiendo esta columna: La Prevención.
Esta semana los servicios públicos, las escuelas, los trabajadores portuarios y las fuerzas de orden y seguridad coordinados por la Municipalidad realizaron en San Antonio una coreografía.
Se trató de un ejercicio que simuló un terremoto de 8 grados Richter y un posterior tsunami. 35 mil personas fueron evacuadas, se convocó en este ensayo el comité de emergencia y al final del día, salvo una que otra crítica muy de soslayo todos se felicitaron.
Y para poder escribir esto a propósito me fui a instalar al centro de San Antonio media hora antes de la alarma.
15 minutos antes todo el comercio cerró. 10 minutos antes casi no había gente en los paraderos y 5 minutos antes San Antonio ya era, aunque a medias, un pueblo fantasma.
No escuche sirena ni alerta alguna. A las 12.20 un carro de bomberos pasó arreando a los pocos peatones, en su mayoría empleados felices con la jugarreta. 10 minutos más tarde un furgón policial y eso fue todo, ya que microbuses y colectivos ni se enteraron.
Los portuarios, igual que los escolares y los empleados públicos por órdenes superiores llegaron a los puntos de encuentro que conocían sólo ellos y sus jefes.
No quiero que me malentiendan. Valoro el ejercicio. Encuentro buena la idea. Sentado en la mesa que conformó el Comité de Emergencia apoye esta iniciativa que como coreografía es muy buena, pero como simulacro quedó en deuda.
Porque debe involucrar a la gente, remecerla, conmoverla, llevarla a la acción.
Eso me parece lo más difícil porque tengo una sensación fundada y es que de tantos terremotos, aludes, tsunamis, erupciones volcánicas y tragedias ya nos acostumbramos a improvisar en vez de prevenir.
Porque prevenir automáticamente nos involucra, nos obliga a actuar. En cambio para improvisar, llegado el momento, todos somos buenos.
No quiero cansarme, ni cansarles con la perorata esta de los terremotos y la urgencia de involucrarse, o el llamado a repetir los simulacros por lo menos dos veces al año. No.
Sólo quiero recordarles el sábado 27 de febrero. Los muertos bajo los escombros, la gente mutilada, el mar furioso en Llolleo, Villa del Mar en el suelo, la pesadilla de la Caleta Mostazal, los cortes de agua, las fogatas en cada esquina, la única radio, las lágrimas en los ojos, el dolor en el alma.
De verdad, esto volverá a pasar y lo único que podemos hacer es estar preparados.
Urge terminar la chacota.


Listado de los terremotos y tsunamis de Chile desde el siglo XVI hasta el año 2007 en:
http://www.angelfire.com/nt/terremotos/chilehistoria.html

27 de septiembre de 2010

Sobre paladines oportunistas, datos duros y los aberrantes silos de San Antonio


Recuerdo a Iván de la Maza, tanto como a otros funcionarios públicos de tercera o cuarta categoría que ahora sobre la base de hechos consumados se disfrazan de paladines del bien común, de severos querellantes o de infalibles fiscalizadores cuando en su momento desde el lugar privilegiado que ocuparon, especialmente en la Gobernación Provincial de San Antonio, guardaron sepulcral silencio sobre estos "aberrantes" asuntos.


La noche del domingo el ulular de una sirena se desparramó por las calles y pasajes del sector de Barrancas –si el cálculo no me falla- desde Ignacio Carrera Pinto hasta Villa Las Dunas. La horrible alarma causó tanta preocupación como molestia en la inusual noche lluviosa de fines de septiembre en el puerto de San Antonio.
Horas más tarde un video subido a Facebook se transformó en evidencia de lo que a esas alturas muchos sospechábamos: Los “inofensivos” y gigantescos silos que aparecieron a fines de 2009 nos presentaban una más de sus innumerables maneras de decirnos que saben bien cómo no pasar desapercibidos en una ciudad cada día más fea. (Creo oportuno recordar aquí la bolsa gigantesca instalada frente a la Gobernación derrumbada, justo en un sitio eriazo desde 1985, a un costado de la cárcel cuyo edificio es todo menos estético)
Y mientras escribo pienso en el documento que la empresa Graneles Chile S.A. presentó a la CONAMA el año 2007, donde la compañía afirma que el proyecto de los silos “no se localiza cerca de población, recursos o áreas protegidas susceptibles de ser afectadas; no altera significativamente el valor paisajístico o turístico de la zona”.
Pienso también en toda la burocracia que impidió detectar a tiempo tales afirmaciones que no sólo llaman a sospecha, sino que a juzgar por todas las molestias que esta obra ha causado entre los sanantoninos, ya podríamos calificar derechamente como falsas.
Y digo burocracia para no acusar derechamente de incompetentes a quienes en su momento, ya desde la Municipalidad o el Gobierno Regional y Provincial, tuvieron la obligación de detectar semejante aberración.
Y uso el vocablo “aberración” porque en enero de este año la polémica llevó al entonces intendente de Valparaíso, Iván de la Maza, a convocar una reunión extraordinaria de la Comisión Regional de Medio Ambiente (Corema) para analizar el tema, tras calificar de “aberrante” el proyecto.
Y recuerdo a Iván de la Maza, tanto como a otros funcionarios públicos de tercera o cuarta categoría que ahora sobre la base de hechos consumados se disfrazan de paladines del bien común, de severos querellantes o de infalibles fiscalizadores cuando en su momento desde el lugar privilegiado que ocuparon, especialmente en la Gobernación Provincial de San Antonio, guardaron sepulcral silencio sobre estos asuntos.
Y a medida que derramo estas letras me acuerdo también de las declaraciones del alcalde de San Antonio, Omar Vera, que el 13 de enero dijo a El Mercurio que el municipio actuó dentro de la normativa para aprobar los permisos, y agregó que la zona habitacional afectada, cito textual, “tarde o temprano va a ir constituyéndose en una zona de respaldo portuario”.
Entonces con ese criterio y aprovechando que el “nuevo edificio” de la Gobernación Provincial colapsó debiéramos sin demora utilizar la Plaza de Barrancas para acopiar contenedores. Total en opinión del jefe comunal este sector “tarde o temprano va a ir constituyéndose en una zona de respaldo portuario”.
Todo mal porque en mi humilde opinión una vez más queda demostrado que la experiencia es eso que aprendemos justo después de haberlo necesitado.
Y para cerrar aportaré algunos datos sobre el proyecto que según Graneles Chile “no se localiza cerca de población” y “no altera significativamente el valor paisajístico o turístico de la zona”.
Pues bien lamento constatar que los silos tienen 28 metros de altura y 200 metros de largo. Afectan directamente a 60 familias y a tres colegios del sector que en total suman 800 alumnos.
Sin contar las horribles sirenas nocturnas cada vez más habituales, el ruido de las cintas transportadoras, el flujo de 300 camiones diarios y lo que significa tener que soportar a los oportunistas que lo único que han hecho es alardear sobre este “aberrante” asunto.

12 de septiembre de 2010

Desabastecimiento Bicentenario


No es verdad que el sólo hecho de cerrar los supermercados tres días seguidos devenga en un Apocalipsis para el que debemos prepararnos vaciando las estanterías consumiendo como orates hasta el último peso. Es mentira que colapsaremos sin el mall y eso puedo probarlo cuando pasado todo este jolgorio circunstancial empecemos de una vez por todas a preocuparnos del verdadero desabastecimiento: el del alma.

Por alguna razón que con certeza desconozco, pero que puedo intuir, no me siento tentado a salir corriendo al supermercado ante la alharaca desatada por los festivos seguidos que se vienen y que ha sido muy bien presentada por el periodismo de moda que en general procesa nada antes de emitir. Es más la urgencia por decir que la urgencia de pensar en qué decir.
Lo ocurrido con los llamados a “abastecerse” para las Fiestas Patrias son el más claro ejemplo de esto que planteo.
El uso de este verbo no es baladí en un país que ha sabido de “desabastecimientos” que en algunos episodios negros de la historia sirvieron para derrocar un gobierno y que en la contingencia sirvieron como excusa para la justificación de toda clase de saqueos tras el terremoto de febrero.
Por eso me parece tan ajeno y lejano esto de tener que “abastecerse” sólo porque los supermercados cerrarán sus anaqueles durante tres días seguidos. Un atentado a la economía nacional, al libre mercado, al derecho a trabajar, al derecho a comprar son sólo algunas de las banderas que han enarbolado los custodios del consumo.
Y rápido el asunto se convierte en Tema de Estado y cuáles promotoras de las grandes cadenas los medios advierten sobre esta situación convirtiéndose en la bujía que enciende la maquinaria que empuja los carros llenos que salen despavoridos de cuanto Jumbo, Tottus, Unimarc, o Líder puebla la patria.
¡Alto!
No es verdad que el sólo hecho de cerrar los supermercados tres días seguidos devenga en un Apocalipsis para el que debemos prepararnos vaciando las estanterías consumiendo como orates hasta el último peso del aguinaldo mendigado. Es mentira que colapsaremos sin el mall y eso puedo probarlo cuando pasado todo este jolgorio circunstancial empecemos de una vez por todas a preocuparnos del verdadero desabastecimiento: el del alma.
Porque mientras nuestros afectos estén puestos en las cosas que podemos tener y no en lo que queremos hacer estas alertas seguirán aterrándonos.
Porque mientras cada uno de nosotros siga valiendo por lo que tiene antes que por lo es seguiremos desabastecidos.
Desabastecidos de principios, de amigos de verdad, de caricias por recibir o entregar el domingo, el miércoles o el lunes.
Nadie es tan competente como dice su currículo, ni es tan atractivo como su foto de facebook, ni tiene tantos amigos o seguidores como en Twitter.
Nadie va a morir porque los supermercados cierren tres días.
No tienen derecho a infundir miedo con el “desabastecimiento” inventado por los dueños de la mercancía para no dejar de acumular.
Por alguna razón que con certeza desconozco, pero que puedo intuir, no me siento tentado a salir corriendo al supermercado.
Y si por esos días de “desabastecimiento” me ven deambulando con la mirada perdida, arrastrando los pies, con lágrimas en los ojos y empujando un carrito vacío; háganme el favor de darme una buena patada en el traste antes de corchetearme estas mismas letras en plena frente.
Seré yo, vuestro agradecido.

5 de septiembre de 2010

No estamos tan bien, en Chile, los 17 millones




Imposible abstraerse a la fascinación que causa la sola idea de imaginar a 33 hombres sepultados bajo miles de toneladas de rocas, a 700 metros de profundidad, vivos, organizados, con más esperanza que cualquiera de nosotros ante situaciones infinitamente menos complejas.
Pero la sola idea de imaginar queda obsoleta cuando la fuerza de las imágenes golpea la razón tanto como el coro de mineros golpea el corazón. Porque pasan cosas cuando los 33 apelan al más querido de los símbolos patrios, el himno nacional, para sacudir a Chile entero. Ese mismo puñado de estrofas que al mínimo entusiasmo colectivo asoma, casi siempre con la excusa del fútbol como telón de fondo, ahora fue capaz de interpretar el deseo de todo un pueblo.
Porque convengamos que hasta antes de todo esto el Bicentenario se parecía más a uno de tantos eventos y ni siquiera la ferocidad de uno de los terremotos más violentos de los que tenga registro la humanidad fue capaz de sacudir tanto las conciencias como lo ha hecho este acontecimiento nacional.
Y ya han pasado 30 días. Un mes que como en el mejor de los guiones dramáticos nos ha hecho transitar por el dolor de la tragedia, la esperanza del contacto, el éxtasis del milagro y la tensa espera del rescate final.
Es como si la tierra fuera a dar a luz. Como si Chile mismo pariera en sus 200 años a estos 33 hombres que nos han tenido pegados al televisor, a la radio, a internet, como ese padre ansioso que con lágrimas en los ojos mira una ecografía.
Pero es este un embarazo de alto riesgo.
Porque ya sabemos de memoria que en Chile nada es fácil. Un país que tiene como limites naturales el desierto más árido del planeta, la cordillera más extensa, el océano más grande y el Continente Antártico, ya está determinado. Determinado por el paisaje, que a su vez determina a su gente.
Su gente. Esa masa humana que ocupa el territorio y que tiene fama de sobreponerse a terremotos, tsunamis, aludes, erupciones volcánicas, horribles nevazones y atroces dictaduras.
Treinta días de un pueblo entero en vilo por lo que está pasando a 700 metros de profundidad en las entrañas del país.
De un pueblo alegre por el milagro que apuró la primavera, de un pueblo que antes coloreó de banderas sus poblaciones, de un pueblo que saca pecho por la astucia, por la fuerza, por el coraje, por las ganas de vivir que tienen los 33.
Y tras el alumbramiento ¿Qué?
Hay tantas respuestas posibles como chilenos dispuestos a contestar.
Por una parte podríamos decir que la efervescencia pasará tan pronto se apague el último flash en la Mina San José. Que luego consumiremos el millón de entrevistas, las miles de portadas y el alargue abusivo de este reality con la misma apatía de siempre. Con el desenfado que causa lo trivial.
Por otro lado podríamos creer que la dramática coincidencia que ubicó a este hecho en el año del Bicentenario puede ser la oportunidad cósmica de un nuevo comienzo. Del nacimiento de un Chile tolerante, inclusivo, capaz de mirarse a los ojos con la misma esperanza del minero asomado al lente de la sonda.
Ojalá no sea este uno más de esos anhelos permanentes y pasajeros por dar sentido a historias ajenas para no tener que incurrir en la desagradable tarea de tener que cambiar por dentro.
No conocemos el desenlace de esta historia. Imposible saberlo. Tendremos que esperar el “alumbramiento”. Como padres ansiosos, como hijos expectantes, como madres preocupadas.
Porque por lo menos eso ha ocurrido. Hemos estado todos rogando por un solo objetivo. Como un pueblo unido, como una nación hermana.
Y ya que la fuerza ha venido desde el fondo de la tierra, propongo que sean los mineros los encargados de decirnos qué hacer, de organizarnos, de enseñarnos a luchar, de no dejar que el derrumbe social sepulte nuestros sueños. Que podamos respetar al más viejo, que aprendamos a trabajar en equipo, que por más oscuro que esté seamos capaces juntos de salir adelante.
Mientras tanto podríamos darles una señal. Escribamos en cualquier papel, con la sangre de todos, el siguiente mensaje:
“No estamos tan bien, en Chile, los 17 millones”.
Y esperemos, a ver qué nos dicen.