26 de febrero de 2008

El carnaval de la gente


A menudo se dice que el sanantonino es fome. Que es amargado. Que tiene depresión. Que encuentra todo malo. Que es negativo.
Repetir frases como estas no hace sino alejar la realidad de la verdad y como todos los prejuicios tarde o temprano termina por quedar en evidencia la falta de contundencia en el argumento.
Y eso es precisamente lo que hicieron las murgas: terminar con un nefasto y enquistado prejuicio
¿No lo creen? Pasen y vean.


por Juan Olivares M.
Periodista-Lic. en Comunicación Social

Fue una fiesta. Una multitudinaria y hermosa fiesta. Una fiesta en la que nadie quiso quedarse afuera. Una fiesta en la que los sanantoninos volvieron a encontrarse con parte de su historia.
Una fiesta que le permitió a este pueblo recuperar una de sus más bellas y queridas tradiciones.
Y es que en los recuerdos de cada sanantonino están grabadas esas interminables tardes de carnaval donde la Caleta de Pescadores, Camino Viejo, Placilla o Villa las Dunas brillaban en una murga que se paseaba por las calles del viejo puerto.
Y ahora por fin la fiesta está de vuelta. Lo saben los miles de espectadores que el carnaval tuvo en sus dos jornadas finales.
Lo saben también los pobladores de los barrios que durante semanas se esmeraron por lucirse en cada presentación.Y lo saben también los organizadores que a la hora de los balances sólo pueden sacar cuentas alegres por la multitudinaria respuesta que tuvo el llamado a participar del carnaval que terminó convirtiéndose en una fiesta familiar.

Hace mucho que no veíamos una fiesta como esta. Hace tiempo que los sanantoninos no se encontraban en jornadas como las de antaño.
Hace rato que los vecinos no se organizaban con el único afán de participar.
Hace falta que con más frecuencia el espacio público se convierta en un lugar de encuentro para los ciudadanos.
Y eso fue precisamente lo que hizo este carnaval. Reunió a la familia en torno a un espectáculo realizado precisamente por familias.
Cientos de familias que durante varias semanas se dieron a la tarea de crear disfraces, de ensayar los bailes, de construir gigantescos carros alegóricos, de pintarse la cara y bailar por las calles.Esfuerzo que fue agradecido hasta la emoción por los miles de espectadores que tuvo el carnaval.

Recuerdo haber visto una mujer que con lágrimas en los ojos dijo que estas murgas le recordaban la infancia. Y recuerdo también unas fotos en la casa de mi abuela con algunos tíos vestidos de romanos en la Murga de Camino Viejo. Y recuerdo también los juegos con mis primos y nuestros disfraces para la misma murga.

La historia dirá que el Carnaval 2008 se lo adjudicó Cerro Placilla que en la final deslumbró con una cobra gigante que sacó ovaciones a su paso por las calles.
Esa misma historia dirá que la fiesta reinó en un verano de febrero. Como antes.
Como siempre tuvo que ser y como esperamos que vuelva a suceder.
Se apagó el ruido de las batucadas, se callaron los bombos y las cajas. Se perdieron por Barros Luco miles de caras pintadas.
Pero sólo de manera momentánea, porque detrás de cada uno de estos disfraces y detrás de cada una de estas fantasías sobre ruedas se esconden los sueños de un pueblo que a lo largo de su historia ha sabido sonreír.
A cuidar entonces lo que se ha rescatado y a pensar en los desafíos que se vienen para no perder otra vez tan hermosa tradición.
Una costumbre que hace que por estas tierras la gente tenga la sana costumbre de disfrazarse, de salir a las calles y bailar.
Porque San Antonio no sólo es mar, puerto, pesca y poesía.
San Antonio es caras pintadas y alegría.
San Antonio es carnaval en las poblaciones.
San Antonio también -créanlo señoras y señores- es murga y es comparsa.