13 de febrero de 2009

Ser "flaitelandés", a propósito de cierta columna farandulera


por Juan Olivares

Periodista, Licenciado en Comunicación Social



Inevitable referirse al tema. Claro, que le digan “Flaitelandia” a la tierra que a uno lo ha visto crecer no deja indiferente. Que se trate con tanto desdén al suelo donde vivieron nuestros padres y antes nuestros abuelos; duele. Que se añore un maremoto gigante para hacer desaparecer las calles donde crecimos, los rincones donde jugamos pichangas, las esquinas donde hicimos amigos, da rabia.
Pero pese a todo esto no hay que perder la perspectiva. Don Antonio Gil tiene todo el derecho a tenerle asco a la gente pobre de nuestro país. Tiene todo el derecho a decir lo que piensa sobre un puerto pobre postergado por décadas de abandono oficial. Tiene derecho a burlarse del pueblo desde la tribuna que le da el imperio de la farándula.
No seamos chovinistas y reconozcamos que el argumento tiene sentido. Porque en nuestro San Antonio es probable toparse con el escenario que este caballero describe de manera tan grosera. Pero es verdad que esa es la realidad de un Chile de dos caras.
Lo que a este señor escandalizó tanto en su recorrido por nuestras calles, invitado por sus amigos de Santo Domingo, no es muy distinto de lo que ocurre en Tocopilla, Cartagena, Mejillones, Pichilemu o San Ramón.
Lo que pasa es que a él le asusta. Porque sabido es que nada más asusta al ignorante que lo que desconoce. No es culpa del señor Gil tener amigos de tanta alcurnia. No es culpa del señor Gil que San Antonio, a tropezones muchas veces, intente ganarse un puesto en la oferta turística del país. No es culpa del señor Gil que los sanantoninos estemos recién aprendiendo a caminar en la carrera del desarrollo.
Desde la publicación del artículo hasta sentarme a escribir estas líneas he escuchado de todo. No comprar las Últimas Noticias es lo menos. Desde llamados desesperados de amigos para organizar la protesta de rigor, hasta la inútil querella del Alcalde.
Modestamente hermanos sanantoninos creo que esa es una apuesta perdida.
Más debiéramos preocuparnos por mejorar. Ser mejores vecinos, mejores personas, mejores anfitriones.
Porque hasta hace muy poco seres humanos de la “calidad” del señor Gil por estas tierras ni se asomaban. Y eso lo reconoce el propio Gil en su artículo.
Y si algo bueno se puede sacar de todo esto es la reacción. Me provoca mucha alegría que esto no nos de lo mismo. Me siento con fuerzas renovadas cuando desde la dueña de casa, pasando por el político pinta mono y hasta el Grupo de Facebook somos capaces de defender a San Antonio. Eso sí que es nuevo y me alegra.
Con respecto al señor Gil propongo ignorarlo. Tal como el ignora a Neruda, Huidobro y Parra que se han enamorado de esta tierra. Tal como el ignora a la clase trabajadora que se parte el lomo para que él pueda fisgonear con sus amigos del Club de Golf.
Da lo mismo lo que piense este columnista, pero no da lo mismo la forma en que lo diga.
Porque una sociedad madura y democrática debe denunciar el racismo, la discriminación y los fanatismos.
Y a juzgar por lo que leí don Antonio Gil no sólo es ignorante, sino además racista, fanático y miserable.
Y sujetos como el susodicho con poder pueden llegar a ser muy peligrosos. ¿O creen ustedes que tener una columna en el diario que más vende en Chile no es una herramienta poderosa?
De eso hay que cuidarse. Lo digo con toda humildad, como buen flaitelandés.