19 de julio de 2012

Carta publicada por Diario El Líder a propósito de San Antonio

09 de Mayo de 2012, El Líder de San Antonio, página 4 Señor director: Esta semana he despertado con 36 años a cuestas. Aunque no nací en San Antonio, la mayoría de esos años los pasé en San Antonio, aunque por ahora circunstancialmente mis pasos caminen por otra parte. Y entre las cosas que me alegran, y que siempre me han alegrado tanto, esta la fanática, sin importancia y maravillosa coincidencia de cumplir años en la misma semana que la tierra que me miró crecer. ¿Sabe señor director? Antes del gigantesco mall, el Mega Puerto, los pubs, las bioceánicas torres, las autopistas del sol, y las mansas ni que contra ultra mega construcciones aquí solíamos jugar a la pelota en Barros Luco. Yo mismo lo hice, Señor director, con mis amigos del viejo Colegio Pompeya. Un colegio que fue la última obra de un portuario que halló en San Antonio esa magia que a los propios sanantoninos tanto nos cuesta encontrar. Todavía me acuerdo del Copacabana colgando sobre la Plaza de San Antonio, del cine de Barrancas, del Egas de San Antonio, de los Flippers de Llolleo, de la Radio Sargento Aldea donde ahora está Corona. ¿Sabe señor director? En esa radio cantó mi mamá. Y seguro las mamás de hartos de los que leen algo tendrán que decir sobre la Radio Sargento Aldea. Esa radio que estaba en la subida a Placilla y que después de un terremoto anterior al del ’85 quedó abandonada. Y a propósito de Placilla ¿Qué quiere que le diga de Placilla, Señor director, si ahí tiene sede el Club de mi abuelo? Y para ser justos, quizás cuántos abuelos más tienen sus fotos colgadas en Placilla, Cerro Arena, Barrancas, Cerro Alegre, Llolleo Alto, Tejas Verdes, Bellavista y todos los demás cerros y rincones que lucen sus coloridas casas a los marineros que vienen y se van. Ni me diga, señor director, que no se ha dado el lujo de pasear por la incomparable costanera que ofrece nuestro Paseo Bellamar. ¿O me va a salir ahora con que nunca ha comprado pescado o mariscos en los puestos de la salida a Cartagena, en el Mercado del Mar o a última hora en el mismo muelle? ¿Y la Boca del Maipo? ¿Y el Mirador del Cristo? ¿Y el Cerro Centinela? Podría seguir. Podría seguir harto rato hablando de San Antonio señor director. Por eso no me inquieta la encuesta. Ni esta, ni las que pasaron, ni las que vendrán. Porque hay que conocer San Antonio para saber que este puerto también amarra como el hambre. Se lo digo como nieto de sanantoninos, hijo de sanantoninos y con hijos sanantoninos. Como sanantonino orgulloso que soy le digo, señor director, San Antonio no es lo que nos dicen que es. San Antonio es lo que los sanantoninos queremos que sea.

26 de septiembre de 2011

Archipiélago de tragedias, una crónica desde el paraíso


A la hora que escribo las víctimas en el Archipiélago de Juan Fernández ya suman 22 sólo en lo que va de septiembre, los marineros de la Fragata Condell acaban de ser notificados de su permanencia por otros siete días en estos mares y en el poblado se levanta una fonda que tiene la difícil tarea de restaurar la moral de una isla golpeada por las tragedias. Son días duros en Robinson Crusoe.

por Juan Manuel Olivares
Desde el Archipiélago de Juan Fernández
Jueves 15 de Septiembre de 2011

(Texto publicado por diario El Líder de San Antonio en las páginas 8 y 9 de su edición del domingo 18 de Septiembre)

La Isla Robinson Crusoe emerge abrupta desafiando al Océano Pacífico tras agitadas 34 horas de navegación desde el Puerto de Valparaíso. A bordo de la Barcaza Chacabuco viajan buzos voluntarios que desde la sureña localidad de Mehuín vienen a colaborar en los operativos de búsqueda agradecidos por la mano que en su momento les tendió el empresario Felipe Cubillos, una de las víctimas de la Tragedia Aérea de Juan Fernández.
También viajan profesionales del Ministerio de Educación para coordinar la reposición de la Escuela Insular Robinson Crusoe, arrasada por el Tsunami hace poco más de año y medio. Y viajan también isleños, esa gente que forma parte de la residencia permanente de la isla que según el catastro municipal bordea las 860 personas.
Esa gente que ha tenido que soportar los embates inmisericordes del mar que destruyó el poblado y que por estos días, además, acapara la atención del país sacudido por el accidente aéreo del 02 de septiembre.
Lo primero que sorprende de Isla Robinson Crusoe (El archipiélago de Juan Fernández está conformado por tres islas principales: Robinson Crusoe, Santa Clara y Alejandro Selkirk, sólo la primera está poblada) es la insolencia de su flora. Y es que ya desde Bahía Cumberland el viajero podrá notar los milenarios pinos y eucaliptus que desafiando la gravedad se empinan hacia cerro El Yunque y el Mirador de Selkirk. Hay en la flora y fauna de esta isla declarada reserva de la biósfera especies endémicas y una riqueza natural que no escatima en encandilar con toda exuberancia.
Pero por estos días hay también en esta isla una pena contenida, un nudo en la garganta que recorre las esquinas, se pasea por el muelle y sufre en la desolación evidente del tsunami que aquí sigue presente.
Tan presente como la adversidad diaria de vivir en un pedazo de tierra de menos de 100 km2 que sufre con el centralismo característico de Chile. Y es que resulta frustrante hasta el límite de la indignación constatar que la vida de los isleños pende de los caprichos climáticos del Archipiélago. Si hay marejadas, por ejemplo, el traslado de un herido debe hacerse a caballo por un escarpado trayecto de 17 kilómetros que no tarda menos de cinco horas.
Es común también la escasez de hortalizas, tanto como la suspensión de vuelos por las inadecuadas condiciones del ahora tristemente célebre aeródromo de Juan Fernández. Una pista que no cuenta con torre de control ni iluminación mientras que las grandes urbes del país derrochan soberbias su luminiscencia cosmopolita.

Otra vez la muerte
Tras ser devastada por el Tsunami la Municipalidad de Juan Fernández se trasladó a las dependencias de la Dirección de Aeronáutica Civil. Convergen en incómodas oficinas compartidas todas las reparticiones del municipio y hasta el alcalde Leopoldo González solidariza su espacio con otros jefes de servicio para sacar provecho a la escasa infraestructura que desde febrero de 2010 en la isla no abunda.
Es el martes 13 de septiembre y el jefe comunal sostiene una reunión con el equipo del Ministerio de Educación cuando por radio se confirma la noticia. Hace instantes en el aeródromo un mecánico de la Fuerza Aérea de Chile murió alcanzado por la hélice de un avión.
Incrédulo, Leopoldo González se toma la cabeza con ambas manos. Hace una mueca de resignación y da instrucciones. Abre la puerta de su oficina y en cuestión de minutos la noticia ya está en twitter, en los portales de internet, en los noticieros.
Dos funcionarias municipales se abrazan al borde de las lágrimas. “Esto es demasiado”, dice una de ellas. Otra mujer cruza a grandes zancadas la distancia hasta el exterior. Va llorando.
En los minutos siguientes el alcalde recorre el amplio patio adornado de añosos cañones que apuntan a la Bahía Cumberland hablando por teléfono. Se toma el pelo, se tapa los ojos. Se ve que sufre.
Y el sol radiante sobre el poblado de San Juan Bautista no parece pertenecer a esta nueva escena de dolor y tragedia en el golpeado Archipiélago.
Antes de caer la noche de ese mismo día los niños de la Escuela Insular Robinson Crusoe lanzan flores nativas de la isla al mar como un humilde homenaje a los fallecidos en el vuelo de la FACH. La banda de guerra porta las cruces de los 21 y ahí van los nombres de Felipe Cubillos y Felipe Camiroaga, ambos con profundos vínculos en esta tierra.
Veintiún cruces son lanzadas a la Bahía de Cumberland en dos botes que portan el estandarte de la Escuela y una Bandera de Chile a la misma hora que los restos del cabo de la Fuerza Aérea, Manuel Alejandro Vera Abello, son trasladados a Santiago.
Estos son los días que se viven en Juan Fernández. Una mezcla de estupor y hastío. De dolor y resignación. De duelo y despojo.
Es que la rutina alterada de este Archipiélago ubicado frente a San Antonio, a 670 kilómetros del Continente, se nota desde temprano con las aspas de los helicópteros cortando el aire. Con el incesante movimiento de naves de la Armada por todas estas orillas. Con el deambular de los infantes de marina, de los equipos de prensa, de soldados de todas las ramas y de los civiles que han llegado llamados por la tragedia.
Y aunque la consternación y la pena siguen presentes, se nota también con cada nuevo día que la calma insular tiende a restablecerse. Cuenta de ello dan las ramadas que ya se levantan a la salida del muelle, frente a la plaza.
Todos quieren –queremos- creer que lo peor ya pasó. Que la esquiva reconstrucción que tímidamente se asoma representará el renacer de esta isla. Que la temporada de langostas que se inicia en octubre traerá consigo la bonanza que estos hombres de mar y sus familias se merecen.
Que al final de cuentas, tal como el mítico marinero escocés Alejandro Selkirk, el espíritu de la isla se repondrá a las adversidades de estas horas y emergerá en medio del mar como la ínsula estoica y abrupta cuyo tesoro escondido no es otro que ser en sí misma un invaluable tesoro.
Nada menos que un paraíso en medio del Océano Pacífico.


Fotografías de Isla Robinson Crusoe aquí:
http://www.flickr.com/photos/fotosdeolivares

Publicación de El Líder de San Antonio acá:
http://edicionimpresa.soychile.cl/san-antonio/?fp=20110918&pag=08