12 de octubre de 2010

Ya nada será lo mismo


¿Cómo olvidar al ministro llorando porque uno de los sondajes pasó de largo?
¿Cómo olvidar a los pirquineros que a punta de picos y palas ofrecieron rescatar a los 33 con sus propias manos?
¿Cómo olvidar el domingo 22 de agosto cuando la prueba de vida hizo aparecer banderas por cada rincón de Chile?
¿Cómo olvidar la cueca en el fondo de la mina?

¿Papá, crees que los mineros están vivos?
Me preguntó Nicolás la tarde del 21 de agosto justo cuando en la radio terminaba de sonar un nuevo informe desde la mina San José.
-Quisiera que si, pero la verdad no lo creo.
Contesté en seco.
Y ahora cuando la tierra, en un multimediático parto, se apresta a dar a luz trato de recorrer en perspectiva los últimos 68 días.
Lo primero es una sensación de alegría por esa rotunda equivocación que a la vez representa la esperanza de 33 familias, de un país, del mundo.
Porque cuando el último foco se apague en Copiapó y lo mineros otra vez tengan que recorrer las entrañas de la tierra en las mismas condiciones de seguridad que había antes de todo esto, a pesar de esto, ya nada será lo mismo.
Porque para bien o para mal en cada uno de nosotros se alojó una historia, una anécdota, un recuerdo a la pasada, una relación con los 33 que de tanto en tanto y seguramente cada vez con menos frecuencia nos transportará a este indudablemente histórico 2010.
Se ha hecho la analogía del parto y a principios de septiembre cuando escribía sobre este mismo tema solicitaba que al nacer fueran los propios mineros los encargados de darnos algunas pautas mínimas de supervivencia.
Nada extraordinario.
Que nos enseñaran algo de su disciplina, un poco de su respeto por los mayores, matices de su afición a la jerarquía, lecciones para amar la vida.
Y mantengo.
A la hora que escribo no ha salido todavía ni un minero. Este parto largo nos tiene a todos pegados a la tele. Con ganas de verlos. Con ansias por su libertad. Con deseo de éxito.
Y ojalá este rescate sea la oportunidad que hemos estado buscando cada uno de nosotros y todos juntos.
Ojalá que nos demoremos harto en olvidar lo que ha sido este sueño bicentenario de la patria ajada de tanto sufrir por terremotos, volcanes, aluviones, pestes y dictaduras.
Propongo ahora que este nacimiento sea el momento de comenzar a ejercitar la memoria.
¿Cómo olvidar, por ejemplo, al ministro llorando porque uno de los sondajes pasó de largo?
¿Cómo olvidar a los pirquineros que a punta de picos y palas ofrecieron rescatar a los 33 con sus propias manos?
¿Cómo olvidar el domingo 22 de agosto cuando la prueba de vida hizo aparecer banderas por cada rincón de Chile?
¿Cómo olvidar la cueca en el fondo de la mina?
Ese día abracé a la mujer que amo, consciente del valor del mensaje. Brindamos con los amigos y nos conmovimos como todos.
“Estamos bien, en el refugio, los 33”
Se leía claro a la hora que Diego, mi otro hijo me llamaba por teléfono para decirme que nunca olvidaría este día.
El 22 de agosto Diego está de cumpleaños.
Entonces supe que en el año del Terremoto, del “Zafrada”, de los 33 mineros, de sus modestas familias y de la rebelión de las redes sociales todo se conjugó y para bien o para mal, ya nada será lo mismo.

3 comentarios:

Pamela Lorza dijo...

Me sorprendes gratamente Juanito... me entretiene leerte. :)

Vanessa Poveda dijo...

MUY BUENA REFLEXIÓN, REPRESENTAS EN GRAN PARTE MI PENSAMIENTO Y SENTIMIENTO, SALUDOS DESDE IQUIQUE!!!

Claudia Espinoza U. dijo...

Ya nada será lo mismo después de la tremenda vergüenza nacional que significó quedar en evidencia ante el mundo que Chile, el país minero por excelencia, desarrolla su gran producción minera a base de empresarios chantas, sucios, sin ética y explotadores. Nada será lo mismo, después que ver cómo el tremendo aparataje gubernamental de Piñera se comió a todos (incluyendo a la prensa nacional e internacional) y les instaló el mensaje de que en Chile las cosas se hacen bien, tras el rescate de los 33 malogrados empleados que estuvieron a un milagro de sobrevivir. Y qué bueno que sobrevivieron, pero qué lata que no han aprovechado (salvo algunas excepciones) la palestra para denunciar las condiciones laborales patéticas con las que debían convivir a diario.

Recuerdo las entrevistas que dió Piñera a cada medio en solitario luego del rescate... Mega fue el peor, les faltó que el periodista le diera un beso en la boca a su presidente. Y aunque Amaro no estuvo mal, le faltó hincar el diente en el origen de todo el espectáculo. Precisamente la constante e histórica terquedad del empresariado chileno por mantener el abuso y la falta de ética laboral como su consigna más lustrosa, la que provocó esta tragedia, y desde donde mismo proviene el entrevistado enchaquetado colorado.